que
consuela del desarraigo
y
la falta de ternura.
El
que llega al mismo centro
de
la astilla y la convierte
en papel, que será palabra,
que
se hará voz a través del labio
y engendrará el beso tan urgente.
Es
el refugio, la armonía en este mundo
tan
hostil, que no responde,
que
no regala, que no socorre,
que
no protege, que no sabe querer
ni
pensar más que en su propia grieta.
Tanto
egocentrismo no puede ser bueno,
ni
tanto tipo que se ha tragado
una
percha.
Estoy
cansada.
Nená de la Torriente