Ya
me lloro por mis vivos
como
para llorar a mis muertos,
y
me afano por burlarles esa risa
que
no se detiene con nada.
Que
a vivir le pide el músculo,
carcajadas,
pero
no una ni dos,
hasta
perder el sentido
de
cuando empezaron y con qué motivo.
Aunque
el alma ande llorando por tantos
disgustos, como la suma de todos los dedos,
de todas,
todas nuestras manos.
todas nuestras manos.
Nená de la Torriente