Duerme
la sorpresa
sobre
el musgo ajena al caminante,
perdió
los oídos una tarde de otoño
pero
sabe que se acerca la primavera.
Quiere
entregarse al roce de una mano
pero
teme que le arranque de su hogar
y
recela.
Nadie
le ha enseñado a abandonarse, y
añora
esa espera.
Así
que duerme la sorpresa
sobre
el musgo ajena a los pasos que
no
escucha pero que sí entiende, e
intuye
que todo anda cerca,
revoloteando.
Nená de la torriente