jueves, 28 de marzo de 2013




Cuánta soledad hay entre los vivos 
dicen los muertos. 
Se aferran al sexo como el único hilo vital 
de energía traducible,  se enganchan, 
se desenganchan,  es su lenguaje primitivo. 
Siempre está ahí día tras día, 
década tras década. 
Es el roto,  el rasgado en la tierra 
con las orejeras del arado. 
Él,  sujeto a la esteva empuja la cama 
y las bestias tiran,  marcándola en hondo 
a ella,  que aguarda la simiente y la lluvia 
y el gozo del sol y su fuerza. 
Al caer la tarde la tierra busca 
la ternura y el mimo 
y atrae al de manos encallecidas 
hacia la humedad de su dominio. 
Saca lo mejor de él,  quizá esa emoción 
guardada en el bolsillo viejo, 
de la misma camisa que llevó su abuelo. 
El sexo,  tiene más de tierra que de sangre, 
de vida que de recreo,  pero es el juego 
con más teclas,  fichas  
y términos inventados,  que ha sabido 
concebir el hombre. 




Nená de la Torriente