domingo, 24 de marzo de 2013


No tengo prisa para no llegar 
a ninguna parte. 

No,  no tengo prisa 
para apagar la luz, 
para cerrar la puerta 
si después hay que abrirla, 
para quedarme dormida 



en algún sofá de alguna sala, 
que posiblemente no conozco. 

No tengo prisa por decir hola 
para tener que decir al poco un adiós, 
o besar para tener que despegar 
con lástima los labios. 
Tomar aire para expulsarlo, 
abrazar para soltarme,  llorar 
para enjugar mis lágrimas. 

No tengo prisa,  no,  ninguna. 
Después de la batalla,  la herida, 
después de la herida un descanso 
y otra nueva pelea,  y así moverse 
para deshacer lo andado. 
¿Para qué voy a tener prisa? 



Nená de la Torriente