Creo
que hay normas que están
rabiosamente
para saltárselas,
son
una provocación para los sentidos
y
otras son incuestionables
por
el propio sentido común.
Posiblemente no debieran llamarse ni norma.
Me
confundo y mucho cuando en una misma
situación
puedo oírme pensar:
El
ser humano es mucho más estúpido
de
lo que parece,
y
el ser humano es mucho menos estúpido
de
lo que parece.
Suena
a absurdez focalizada, pero hay matices
en
que el ser humano es tan ridículo
que
puede ser lo más y lo menos en el mismo
espacio.
Me
maravilla y me agota.
Hasta
ahora sólo he visto gente triste, egoísta,
¡Qué no me quiten mi capricho!
que lamentan el dolor ajeno, pero lo justo.
El
ombligo a salvo, ausente todo
de
la boca de la piel del estómago.
Y alguna que otra persona extraña,
-digo extraña por ser inusual-, entregada,
que donde hubo un ombligo tiene un laberinto de
afectos a espuertas,
a la que no deseo indagar sino agradecer.
Nená de la Torriente