miércoles, 27 de marzo de 2013


Creo que hay normas que están 
rabiosamente para saltárselas, 
son una provocación para los  sentidos 
y otras son incuestionables 
por el propio sentido común.




Posiblemente no debieran llamarse ni norma. 

Me confundo y mucho cuando en una misma 
situación puedo oírme pensar: 
El ser humano es mucho más estúpido 
de lo que parece, 
y el ser humano es mucho menos estúpido 
de lo que parece. 
Suena a  absurdez focalizada,  pero hay matices 
en que el ser humano es tan ridículo  
que puede ser lo más y lo menos en el mismo 
espacio.  

Me maravilla y me agota. 

Hasta ahora sólo he visto gente triste,  egoísta, 
¡Qué no me quiten mi capricho! 
que lamentan el dolor ajeno,  pero lo justo. 
El ombligo a salvo,  ausente todo 
de la boca de la piel del estómago. 
Y alguna que otra persona extraña,
-digo extraña por ser inusual-, entregada, 
que donde hubo un ombligo tiene un laberinto de
afectos a espuertas,
a la que no deseo indagar sino agradecer.



Nená de la Torriente