He
soñado que un juez del Tribunal
Constitucional
era honrado, y hacía una limpia
con
una plática tan elocuente, que la
decencia
que quedaba en los otros les hacía
lavarse
las manos hasta debajo de las uñas;
que
anulaban las órdenes del ministro de justicia
por
cuestionables todas,
y
le subían al banquillo;
que
renovaban todas y cada una de las leyes
que
dejaban exentos a reyes, políticos
y
demás personajes públicos.
He
soñado que ardía el Congreso,
sin
políticos dentro,
lo
justo para que en el interior no quedase
ni
un solo banco,
que fuera calentado por una rabadilla.
He
soñado que el Papa decía:
‘Hay
que perdonar y ser bueno,
pero
la mano siempre firme’.
Y
hacía una búsqueda exhaustiva
de
sacerdotes y obispos con las manos sucias,
y
lejos de someterlos a sus tribunales,
les
entregaba a la policía.
He
soñado que la policía era justa,
independiente,
sin
determinación política,
como
la propia judicatura.
Nená de la Torriente