Envidio
la suavidad de tu verbo
que
no es esclavo de otro
ni
viste un nombre en secreto,
ni
siquiera es prisionero de ti.
Envidio
su manera de moverse
sin
conocer las orillas
ni
la ansiedad del vértigo.
Añoro
una libertad semejante
que
casi percibo, que a veces puedo rozar
pero
sucede con interferencias;
y
es que la inquietud me maneja
como
los ciclones dominan el viento.
Nená de la Torriente