miércoles, 6 de marzo de 2013




Te tenía preso 
en la solapa del abrigo. 
Preso en el aire que circulaba 
por mi boca. 
Cautivo en uno de mis rizos 
volteando enloquecido 
sin que me diera cuenta. 
Tuve que dejar la naturaleza 
más viva y llenarla de humo 
del tráfico.
  Obstruir la luz virgen 
de un sol incansable 
por el parpadeo tuerto 
de los semáforos. 
Enredarme en un metro 
cada día, con miles de pasos, 
para darte la oportunidad de huir. 


Nená de la Torriente