martes, 5 de marzo de 2013


Ligeramente cargado 
con los zagueros propósitos, 
se llena el último vagón 
del tren correo, 
el de las 11 y media. 





Ni el brillo plata que la luna 
regala a sus rectangulares ojos 
le hacen parecer menos 
perdido,  aniquilado, 
fuera de juego y de todo 
final de trayecto. 
Siempre llega tarde 
como todo lo que se formula 
cuando la respuesta nace antes, 
pero ellos ya lo saben. 
Así muchos otoñales,  con sueños 
averiados y manos llenas de calidez 
inesperada, 
andan buscando una estación 
sin señas,  que saben que existe 
pero no dónde. 



Nená de la Torriente