miércoles, 27 de marzo de 2013


Volvían peregrinas las palabras a mi boca, 
y apenas levantaba 
la mayúscula la primera de ellas. 
Venían ateridas del frío de los días 
esperando encontrarme con la luz encendida. 




Las dejé pasar y las puse un abrigo,  
y en bajito las dije que su casa 
siempre sería esa. 
A la mañana siguiente ya habían partido 
y me dejaron la huella de su peso en la lengua. 
Podía leerse: 

Nunca dejaremos de explorar el mundo



Nená de la Torriente