lunes, 18 de marzo de 2013


Cuando te tropieza el suspiro 
le miras como si fuera 
la primera vez que aparece. 


No haces preguntas, 
abres los ojos como Heidi 
y te detienes un segundo. 







Tu vida pasa deprisa girando 
como sólo puede en su geometría, 
los ángulos siempre se quedan 
fuera. 
Te tumbas,  recoges las piernas despacito, 
juntas las manos y apoyas la cabeza. 
Sólo quieres suspenderte,  vacar. 
La niña que hay en ti,  la que nunca se marcha 
juega a hacerse mayor y escuchas sus risas 
por el pasillo largo de la Casona. 
El olor del carmín de abuelita y el miedo 
a que me pille curioseando sus cosas 
me pellizca el estómago. 
Miro el cielo y sé que es aquel 
y que tal vez ahora lleve el mismo carmín 
que ella, 
y sigo escuchando mis pequeñas 
risas por el pasillo. 



Nená de la Torriente