La
cebra le dice a la yegua que es vulgar.
La
vaca le dice a la cebra que nunca
se
cambia de vestido.
El
carnero le dice a la vaca
que
sus cuernos son ridículos.
El
caracol al carnero
que
los suyos no son flexibles.
Todos
creen tener algo mejor
que
el de al lado, en su afán
de
negar la perfección que les distinguen.
Pero
para su necia insatisfacción
no
siempre se encuentran con qué
parangonar
ese
rasgo de disimilitud.
Siempre
le he dicho a Leire que
los
círculos se rompen,
pero
ella insiste en que
su
construcción no tiene incisuras.
Nená de la Torriente