A
veces sembramos margaritas
y
vemos crecer tallos débiles y retorcidos.
En
lugar de verlos crecer,
llamarlos
margaritos
y
esperar a darles el nombre que seguro
tendrán
en su madurez,
aniquilamos
enojados aquel engendro
desilusionados
porque no era lo que
esperábamos.
Somos
líneas rectas, caprichosas
líneas
rectas que no saben hacer giros
cuando
quieren algo concreto, sin saber
exactamente
lo que la vida nos ofrece
en
cada momento.
No
digo que no vuelvas a plantar margaritas,
pero
deja ese tallo retorcido medrar y espéralo,
da
tiempo a saber qué sacas de la tierra o
qué
dejas.
Nená de la Torriente