No aprecio
la rivalidad.
Sé
que muchos lo consideran
sano
y meritorio,
pero
exige un riesgo en una
naturaleza
imperfecta como
la
nuestra.
Todo
lo que lleva a un duelo,
una
disputa,
una
pugna,
una
lucha por conseguir un
objetivo
literal o mellizo,
puede
con mucha probabilidad
terminar
en riña.
Cualquier pelea,
reyerta,
agarrada,
pendencia
o
batalla, siempre acaba en tragedia,
y
como decía mi abuelo
sosteniéndose
la mejilla:
‘No
amerita, no amerita…'
Nená de la Torriente