viernes, 22 de marzo de 2013


Ando de tu mano, 
andas de mi mano. 
Debe ser molesto,  sentir los tirones 
de un peso muerto que a veces te adelanta y 
otras torpedea tus pasos cuando llevas prisa. 
No creas que es a traición esto,  acabo de darme 
cuenta, de esta fatiga de pasos impares, 
con distintos números. 
Es este chicle que se quedó enganchado a nuestras mangas 
y yo me sujeté a tus dedos 
porque no fueran colgando 
-me parecía ridículo,  la verdad-. 
Tampoco me dijiste nada tú, 
así quedamos,  como siameses, 
unidos por un chicle usado. 
Para que luego me hables del destino, 
lo que pasa es que somos unos guarros. 



Nená de la Torriente