martes, 19 de marzo de 2013




Quiérete,  quiérete tanto 
que no reclames a otro, 
pero tanto, 
que la propia exigencia de ti 
no sea necesaria. 
Quiérete con paciencia infinita, 
sin reproches, 
sin la palabra pecado, 
sin temor al disparate. 
Enséñate a madrugarte en la pereza 
de los encuentros 
y amanece a cada instante. 
Búscate allí mismo, donde duele, 
y rescátate, 
escapa de todo lugar donde no seas 
bien recibido 
e invade la vida con sus propios 
misterios. 



Nená de la Torriente