El
domingo es un arcón.
Le
cubro con una sábana blanca,
después
con una sábana a rayas rojas.
Me
siento en frente e imagino estar dentro
y
que puedo contaros cosas, muchas cosas,
con
total confianza.
Le
concedo magia,
porque
el día me la concede a mí,
suena
tonto pero escuchadme:
No
sé cuánto dura la magia,
quiero
asegurarme de que dure
el
tiempo que esté dentro.
Hablo, descubro mis secretos
como
si el mundo entero fuera mi amigo.
Es
agradable.
Aún
así invito a un compañero a pasar,
busco
un antisistema, me hacen gracia.
Le
digo lo afortunada que soy
publicando
a diario, logrando que alguien me lea
a
través de esta red tan enorme,
me
contesta que así no llegaré a nada.
Me
sorprendo.
Le
escucho.
Me
dice que necesito tener referentes escritos
en
papel, editados, hacerme un nombre.
No
puedo evitar la risa.
Le
pido disculpas y le pregunto:
¿Pero
tú no eres un antisistema?
Me
dice que sí, pero que las cosas son como son.
Vuelvo
a reír, vuelvo a disculparme.
Le
explico que mi ambición no es hacerme un nombre
sino
que lean mi poesía,
por
eso publico a diario.
Me
contesta que es una pérdida de tiempo.
Me
sorprende.
¿Qué
tiempo?
El
tuyo, me dice.
Su
coherencia me resulta desarticulada,
casi
bífida: El autor, los poemas,
antisistema, sistema.
Le
doy un abrazo.
Hablo.
No
soy una santa, ni media santina
pero
mis ideas son distintas,
hago
lo que deseo,
no
tengo amo,
gano
lo que quiero ganar.
El
sistema: El mío,
que
el mundo entero lea lo que veo,
cómo
lo veo, que algún corazón se sienta
acompañado
en
un deambular vital casi idéntico.
Así
de mágico, un domingo.
Nená de la Torriente