Quería
cuatro patas
y
la piel con basto pelo,
nada
de alfabetos y caligrafía.
Ni
padre ni madre
ni
tito Alfredo,
ni
copiosas comidas de
domingo.
No
ir a la escuela de adultos,
ni
aguantar miradas
de
la vieja de los hierros
en
la boca.
Pasar el rato comiendo manzanas
ácidas, y rumiando hierba
hasta
dejar pelado el prado.
¡Joder, eso sí que era vida!
La
Chatina era su preferida,
pero
de ser sería macho.
¡El
cabrón de Ignacio!,
total
ya se lo llamaban.
Lo
tenía claro, esa era la vida
que
hubiera querido tener.
Nená de la Torriente