Tenemos
las letras torcidas
de
tanto encorvar el paso.
Corva, curvada la luna,
el
ojo curvo en su órbita circular.
¿Y
dónde están las alargadas líneas
las
distinguidas y fúnebres,
las
llamadas espiritosas antes
de
doblarse ante un buen jarro?
Solas.
Siempre
solas
por
imposibilidad de ayuntamiento.
¿Y
acaso lloran?
No, en su elegante postura no necesitan
ese
manoseo
de
unas con otras y hasta les resulta
grotesco.
Nená de la Torriente