viernes, 8 de marzo de 2013


Cuánto te ha de doler la brisa 
cálida de la tibia mañana 
si te piensas pescadito de mar. 
Cuánto esos balsámicos olores 
de monte,  o más allá 
el olor dulce de la gasolina. 
¿Qué hallarán tus ojos en este mundo 
de colores sin agua 
más que pesar y sequía? 
De buscar una salida,  en tu enemigo, 
el pescador que te engaña, 
pues el conoce tu mundo y éste que 
te asfixia. 
¿Pero cómo acercarte a él sin que te ase, 
sin que te meta en un cubo y te venda? 
¿Cómo hablarle,  cómo tentarle para 
que te devuelva? 
Sólo síguelo, 
síguelo, 
no muy de cerca, 
donde esté él estará tu casa. 

¡Ay pescadito, tal vez descubras 
que tu hogar no es el inmenso océano! 
A menudo pensamos que nuestros males 
residen donde jamás han estado. 



 Nená de la Torriente