Cómo
protesta el ratón que se cree tigre.
Cómo
la hormiga insignificante,
cómo
el lagarto con su ojo tuerto,
y
aquellos que siempre tuvieron comida en el plato.
Todo
lo que vieron sirvió para
llenar
la panza y hacerse el nido
más
holgado y jubiloso.
Pensaron:
¡Me lo merezco!
No se les ocurrió
que
eran afortunados,
no
sintieron la mano que les ponía el sustento,
ni
el cielo que dormitaba para que
pudieran
conciliar el sueño,
mucho
menos el sentido de la generosidad.
Nená de la Torriente