Salgo
y entro de este mundo
a
veces como una sombra,
tan
despistada, tan distraída.
Otras
empujo los muros de los
antiguos
sin ninguna reverencia,
con
mi cuerpo desnudo y dando voces,
soy
tan visible como lo único en color
de
un paisaje en blanco y negro.
La
mayoría del tiempo ando esquineando
mi
cuerpo, no por ser lombriz,
sino
porque los tacones me torpedean el paso
y
miro demasiadas cosas,
y
así no hay quien mantenga una línea recta.
Me
gusta andar contigo del brazo,
la
forma cómo me sujetas,
como
quien agarra, como quien sostiene
lo
que más ha querido nunca.
Nená de la Torriente