Si
no fuera por la miel con olor
a
madera, y ese regusto a limón
que
dejan los besos con hambre,
las
horas de la memoria
abrasarían
la noche y las
madrugadas.
Porque
la noche siempre es una sin ti,
aunque
cada madrugada traiga
una
cara de desolación diferente.
Cuando
sube el sol, como el asa
de
una cesta,
suben
mis labios apremiando a la sonrisa
porque
el día es largo
y
hay que salir a buscar extrañezas,
y
pequeños enigmas por debajo
de
las pieles.
El
mundo está lleno de soledades
con
un pálpito que brama,
y
yo necesito escuchar
cada
una de sus quejas.
Nená de la Torriente