De
cuando en cuando
abro
la maleta de los duelos
y
derramo una copa de vino
negro,
de
uva negra como la africana
sombra, y me acuesto con el hueso
de
la exactitud.
Dejo
que el dolor me extirpe
la
sonrisa y cosa mis labios
con
crisantemos,
pero
no me muestro,
me
escondo
tras
la ventana para que no me vean.
De
cuando en cuando
tiro
los trastos inútiles y me río
de
la risa,
hago
burla a la propia burla, y
guiño
un ojo a los tarambanas.
Busco
la luz detrás de la luz y
soplo
a la levedad con algo parecido
a
un beso.
De
cuando en cuando
me
doy como una baraja a medias
que
se rompe para entremezclarse,
y
va de mí la negrura
y
el ingenuo destello de la carcajada,
el
hueso y el corazón.
Nená
de la Torriente