lunes, 18 de marzo de 2013


No hay poetas malos. 
Hay poetas 
ma ma ma 
no mamá no,  malísimos, 
que no tienen ni velatorio 
ni entierro. 





Al contrario,  gozan de una 
corona de aplausos incomprensible, 
por un poema extraordinario, 
y una buena dosis de imaginación. 
Dominar la letra no basta, 
eso va para el cowboy y su bestia; 
respirar con precisión tampoco, 
le sirve al que canta; 
formular,  al químico; 
marear la perdiz al estratega 
del gentío 
o parecer un misionero,  tener cara de bueno 
y saber encorvar las cejas. 

Pero el poeta levanta la piel de los huesos 
cuando acaba de leer su poema, 
porque su sensibilidad es más poderosa 
que todas las tormentas y giros del alfabeto 
y sus cientos de cómputos.   



Nená de la Torriente