No
hay poetas malos.
Hay
poetas
ma
ma ma
no
mamá no, malísimos,
que
no tienen ni velatorio
ni
entierro.
Al
contrario, gozan de una
corona
de aplausos incomprensible,
por
un poema extraordinario,
y
una buena dosis de imaginación.
Dominar
la letra no basta,
eso
va para el cowboy y su bestia;
respirar
con precisión tampoco,
le
sirve al que canta;
formular, al químico;
marear
la perdiz al estratega
del
gentío
o
parecer un misionero, tener cara de bueno
y
saber encorvar las cejas.
Pero
el poeta levanta la piel de los huesos
cuando
acaba de leer su poema,
porque
su sensibilidad es más poderosa
que
todas las tormentas y giros del alfabeto
y
sus cientos de cómputos.
Nená de la Torriente