miércoles, 18 de febrero de 2015


Nos miro y veo de qué modo 
salimos por esa puerta que se asemeja a un muro 
más allá del óvalo del ojo, 
burlando todo el tiempo 
la semilla de lo que fuimos. 
Así es este estar de ahora 
tan ajeno a cualquier otro modo en que vivimos. 
Acariciarnos nuevos, 
salvajes, 
la fogata de dos niños que ya conocen casi todo 
y regresan al mismo descampado 
a herirse las rodillas sin una sola queja. 
La bendición de quererse sin más caprichos, 
olvidando el condicional tan áspero 
que reprocha los después como armas cargadas, 
-ahora sabemos que berra y berrea son la misma cosa 
cuando atendemos sólo a los sonidos- 
¡Qué necios tan atentos a los signos! 
Ya ves si era sencillo, 
que pensamos que el amor nos lo robaría todo, 
y ha sido él quien ha encendido la luz 
y nos ha invitado a ocupar por unas horas, 
esa yacija inmensamente llena. 



Nená de la Torriente

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