como van cayendo las imágenes
cada día,
así van creciendo colores a espaldas
de nuestra pupila
-poco adaptada
a los laberintos de la mente-
Y hasta alguna vez
se escucha la melodía del color
como canto de náyades
-por tanto amor como hay en el agua-
pero seguimos pensando
que sólo hay una única realidad,
la nuestra,
cargada hasta el vientre de contras.
Somos tan estúpidos
que no reparamos en el rayo de sol
que acaricia nuestros dedos
anunciándonos el cambio,
el devenir más extraordinario que existe:
La posibilidad,
la evolución,
el avance.
Nená de la Torriente
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