Él es todo eso que ronda las sobremesas,
el gozo de saberse a salvo en horas que dejan
su apellido aparcado en la mesa.
Es el abrazo que no acaba nunca
ni emprende rutas extrañas por las que despistarse
más allá de cualquier término.
Él es la paz de los pueblos,
la ternura,
la creencia en un mundo hecho a medida
sin protervos ni santurrones.
La medida exacta de mi cuerpo,
de mi esperanza,
de mi beso.
Nená de la Torriente
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