Quizá sólo queda
un corrusco enojado con el vino
y un estado de inconsciencia;
el sonido que golpea la mesa
con una palma contundente y anónima.Venerar una sola nube por noche
para no ser inoculado
y perderse
en una urbe mezquina de frases hechas.
Ser ese vacío amarillento que encanalla
al amante,
cerrando las puertas y extraviando las llaves
para que no abran ninguna falleba.
Tal vez sólo queda
la sed de unos cuerpos
que nutrieron el compromiso de la ausencia,
un gesto debajo de las cejas
cautivador y delirante
que buscó hermosos espejismos
Nená de la Torriente
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