Por
cada milímetro de voz
como
una costurera, un poema.
Nada
de versos,
que
se queden descosidos en los
bajos
de tu pantalón.
Yo
soy esa.
Nunca
he sido una margarita
ni
un tizón que ardió de madrugada
y
quedó apagado en ceniza.
Siempre
ardo,
como
el grafito que escribe sin parar
buscando
el dueño de la voz que le dicta,
sin
otro afán que decirle hola.
No
tengo ambición y tú lo sabes, y
me
da de patadas las bobadas que de mesa
en
mesa vayan sirviendo
como
viandas blancas,
que
no las miraré,
sólo
veré tus ojos, dos puntos huecos
en
una diana sin dardos.
No
voy a estar más cerca
ni
más lejos.
Creo
que ser Cenicienta, por una vez,
me
sienta bien.
Nená de la Torriente