Sonríe
cuando piensa qué hubiera sido de
dos
cuerpos al antojo de una sola margarita,
de
vientre a vientre como única linde
en
la oscuridad de una cueva.
Después
lo saca de su mente a empujones,
aunque
siempre vuelva.
Bebe
vertiendo el vino en la acequia de su pecho
y
nunca olvida descorchar la botella
llamando
al vacío,
para
celebrarse mujer y ser humano,
y
de nuevo y mil veces
vendida.
Nená de la Torriente