Tras
una sábana, los ojos
acertaban
tu cuerpo en la habitación,
gentiles
tus brazos parecían las alas
de
un pájaro desnudo de plumas,
a
vuelo lento, rasgando la luz
tras
el algodón.
La
luz de la mañana empujaba
a
la vida.
Volver
a vivir, a destilar la piel
con
su propio néctar.
Nená de la Torriente