El
sol se levantó esta mañana
con
el gabán del celaje
y
sentí cómo escapaba hacia
caminos
de légamo,
abismos
de lo íntimo.
Perdí
la mirada en un cielo
enamorado
de sí mismo
y
noté este miedo a la vida
y
estas manías tan llenas.
Dejé
marcado un beso en el cristal
de
mi ventana,
para
un galán que no existe,
como
el borrador de un poema,
ese
que jamás he tenido,
porque
nada se pasa a limpio.
Sólo
se escribe,
sólo
se ama.
Nená de la Torriente