¿De
qué sirve un poeta callado
si
ya charlatán se le ignora?
Son
tus versos tus ojos, tu boca, tus piernas,
tus
manos, tu única vestimenta.
¿Crees
que a alguien le importa
que
un poeta se calle?
Algunos
se sentirán aliviados.
Puestos
a ser son la aguja y el hilo,
la
puntada dolorosa,
el
chasquido en medio del silencio,
la
patada en la puerta.
No
son la página en blanco, ni el miedo.
Menos
el qué dirán si escriben,
o
peor, qué dirán los propios aedos,
no
conocen el corporativismo del esclavo.
No
hay nadie más vagabundo que el poeta,
libre,
jamás supeditado,
obstinado, anárquico, osado,
en
una mano el edén y
en la otra el mismísimo báratro.
Nená de la Torriente