Qué
lejos estoy de casa,
tanto
que no sé qué significado tiene.
Si
yo fuera casa, olería a vacío.
Necesito
una que tenga paredes y un fogón,
las
sensaciones de calidez y abrigo
que
guardan las estancias, aunque
fuera sólo una.
Verse
a la intemperie cada día
encoge
el corazón y acorrala los días
como
mariposas mortecinas,
sin
apenas aleteo.
No
busco invadir la casa de nadie,
no
sabría ser convidada,
soy
demasiado mía, y llevo una mochila
de
soledades desde hace mucho.
No
me quejo, que sonrío con el olor
de
las naranjas y la canela,
y
a veces lloro si el amanecer mezcla
varios
tonos de malva, rosa y pajizo.
Aunque
sí extraño ese fogón amable,
que
me regale la grata sensación
de
estar totalmente a salvo.
Nená de la Torriente