lunes, 5 de noviembre de 2012



En el viejo tapiz, el polvo, 
ha dibujado tu nombre. 
Dice que si una alevilla 
de esas que buscan la luz, 
las que traen cartas, 
lo rozó sin darse cuenta, 
pero no me lo creo. 





Su trazo es tan perfecto 
que no hay alevilla que 
sepa caligrafía de ningún modo.
Te busca en cada veta de los muebles 
en cada hoja macilenta 
de tus libros,  los besa, 
y todo porque decidiste irte antes. 
¿Dónde está Dios que no puede hablar 
contigo?  Se pregunta llorando. 
No se da cuenta que no te has ido, 
que estás en todas partes, 
que le habitas en cada poro,  
pero no me escucha,  no me escucha. 
El dolor le ha vuelto indiferente. 



Nená de la Torriente