Joven
muchacho
enamorado
de la soledad
y
del cigarro que se consume solo,
de
ese paso que se arrastra y del otro
que
salta inquieto.
Aún
no sabes a qué llamas libertad,
pero
ya pronuncias sus letras con nombre propio.
No
puedo revivirte,
sí
olerte del modo que me olía.
Soy
incapaz de ser aquella muchacha
de
ojos grises, brillantes en cualquier maleza,
pero
aún guardo ocho puntas de estrella
fulgurante, tan bien escondidas,
que
no hay rastreador que de fe de ellas.
Panoja,
vía,
calle
de los Desamparados,
Complutense,
calimocho,
Cuatro
Caminos,
el
Rastro,
el
21,
la
Abisinia,
Liérganes,
Los
Cañones,
el
Café de las Letras,
el
faro de Barbaria…
¡Nená
despierta!
Yo