Taconeo
en este tejado,
me
gusta la contingencia.
Si
mi tacón se inclina escaso
seré
una estrella en tu verso,
si
es en exceso
me
habré estrellado en tu boca.
¿Y
qué dirán los luceros, los astros
más
fulgentes?
La
niña se ha vuelto loca,
taconea
en un tejado inclinado,
ladea
su melena,
reclina
su cadera
y
sus dos piernas bonitas las desnivela.
Es
la lid de todos los siglos,
la
pierna, la falda, el envido,
el
desafío sobre la palma
para
el primero que lo contenga.
Nená de la Torriente