Cierro
los ojos
y
sólo veo musgo, musgo verde
aferrado
a la piedra dura.
Es
así como quiero verme,
si
no, se me escapa la lágrima
y
siento frío en los pies y en las manos
que
no sé dónde estarán mañana,
ni
si la taza de té
bastará
para calentar su orfandad.
Nená de la Torriente