Tú
reduces todo a malos y buenos,
blancos
y negros como fichas de ajedrez.
Yo
soy mayor que tú,
conozco
los grises.
Quizá
sea eso en lo único que te envidio,
cortas
el pan por la mitad y te olvidas.
Yo
prefiero un ángel pequeño,
un
poco imperfecto, con sonrisa ancha,
con
alguna debilidad pero celeste.
Que
no dé mucho la lata pero que sea intrépido,
lo
justo de pillo pero sin veneno.
Un
es que no es, siendo un ángel.
Un
es que no es, siendo un hombre,
y
ese es un tono de gris imposible.
Nená de la Torriente