Cierro el libro de
los ojos opacos
y me vuelvo hacia
adentro.
Veo mi selva, lianas a media altura,
otras hasta el
suelo, objetos fuera
de su sitio.
Un reloj de pared
de mi abuelo
que nunca dormía
en la casa quemada.
Una blusa de
Regina y una uña postiza
que se le cayó una
tarde en Solares.
Las risas de
Carmen por cualquier cosa
y el traqueteo del
tren hacia los Cañones.
Mamá haciendo
torrijas.
Mis primeros
cigarros mentolados,
qué espantosos.
La cocina oliendo
a arroz con verduras
y la voz de Yeyó
hablando de Torres de Arriba.
Me imagino el
Escudo nevado y que el coche
no lleva cadenas.
Tal vez la vida
me obligue a quedarme
a vivir allí
arriba
¡Dios mío hazme vivir allí arriba!
Soy montaraz no
podría vivir en un lugar
más arrimado a mi cintura.
Luego, al instante, me arrepiento.
Nená de la Torriente