Te
debo un sueño.
Uno
en donde no aparezcan unicornios
ni
hadas, ni duendes, ni papallonas blancas.
Un
sueño tan real que asuste un poco.
Un
amanecer que sea anochecer en unos
segundos
y que el trascurso sea sublime
como
ese beso en tu boca deshecho
del
caramelo con sabor indescifrable.
Te
debo un sueño.
El
que hayas deseado siempre
y
no conozcas, te ayudaré a alumbrarlo,
serás
padre de un hijo deseado,
de
un excelso empeño.
Te
debo un sueño.
Que
someta a todos los incordios, los sinsabores
y
las desgracias que la vida arrima.
A esas soledades pegadas a la pared que te aíslan
y
que te vuelven vulnerable,
ese
sueño que te hará inmensamente feliz.
Nená de la Torriente