lunes, 12 de noviembre de 2012



Te debo un sueño. 
Uno en donde no aparezcan unicornios 
ni hadas,  ni duendes,  ni papallonas blancas. 
Un sueño tan real que asuste  un poco. 






Un amanecer que sea anochecer en unos 
segundos y que el trascurso sea sublime 
como ese beso en tu boca  deshecho 
del caramelo con sabor indescifrable.
Te debo un sueño. 
El que hayas deseado siempre 
y no conozcas, te ayudaré a alumbrarlo, 
serás padre de un hijo deseado, 
de un excelso empeño. 
Te debo un sueño. 
Que someta a todos los incordios,  los sinsabores 
y las desgracias que la vida arrima. 
A esas soledades pegadas a la pared que te aíslan 
y que te vuelven vulnerable, 
ese sueño que te hará inmensamente feliz. 



Nená de la Torriente