No
seamos de papel
seamos
de carne cuando
la
voz no llegue,
cuando
la lágrima siga derramándose,
cuando
sea preciso el abrazo y
la
cercanía.
Todas
las palabras, incluso
las
más bellas, las que nos perviven,
se
desvanecen si hay ojos que dejan
de
ver porque se desecan,
porque
caen sus cuerpos solos,
sin
más manos que sus propias manos.
El
poeta debería ser poeta dentro
y
fuera del verso –cosa pendiente-,
aunque
algunos abjuren
de
ese bautismo personal
-los
peritos del grafema-
Nená de la Torriente