Todo
jugador arriesga demasiado,
sabe
que lo hace, pero lo olvida.
Puede
llegar otro que envide más alto
y
gane la partida.
Una
lógica consecuencia del juego.
Cuando
la vida es juego constante
terminas
perdiendo perspectiva.
Te
conviertes en un personaje
que
has forjado en torno a ti.
La
asechanza trastorna el espíritu
y
desgraciadamente acaba alterando el cuerpo.
Nená de la Torriente