Perdóname
si
hoy olvido quién soy o cómo me visto.
Si
es que alguna vez supe quién era,
y
me importó si las etiquetas iban
por
dentro o por fuera del vestido.
Perdóname
que hoy no me sienta el
regazo
del mundo,
que es de ese modo
como siempre me he sentido.
Perdóname
si
hoy me permito, deserto a la idea
de
ser la que busque el cobijo,
la
ayuda, la tibieza, el buen abrigo.
La
mendiga más malhadada,
el
débil susurro
que busca
atormentado
un oído.
Nená de la Torriente