-A
los cansinos-
Hay
personas aburridas,
muy
aburridas,
terriblemente
aburridas.
No
son personas grises,
son
soporíferas, tediosas,
sus
sombras parecen interminables,
se
alargan más allá de las esquinas
que
ves a lo lejos,
las
mismas que quisieras doblar
para
escapar de ellos.
No es que sean unos ‘sin sangre’,
pueden ser nerviosos, incluso activos,
con algún tic en el ojo, pero su parlamento
o su actitud ante las cosas
es tan previsible, tan presumible,
tan sumable, tan inapetente al frenesí
y a la curiosidad exaltada,
que una vez iniciada la disertación
te asalta la modorra indiscriminada,
incorregible e ineducada.
Y si haces muestras de valor
y aguantas como un clavo la embestida,
tu cuerpo se queda aquejado del trastorno
del prófugo, que está pero no está,
y no sabe decir exactamente dónde ha estado.
Nená de la Torriente