domingo, 4 de noviembre de 2012


Al pulgar le han borrado la huella. 
La lágrima baja por la ladera sin prisa 
no se duele, 
el pesar se quedó enganchado 
en una arista 
de una noche sin luna, 
no recuerda por qué cosa 
ni quién le causó el mal. 
Ellos miran su sonrisa 
y sus curvas de gata,  sólo eso, 
para qué querrían mirar otra cosa. 
Ella mira sus ojos de apetito 
y se colma de desgana. 
Es una caja vacía 
con un pulgar sin huella, 
y una lenta 
y desmemoriada lágrima. 


Nená de la Torriente