viernes, 2 de noviembre de 2012


Duérmete despacio 
sobre el tálamo de mis brazos. 
Trece, 
veintidós
treinta y siete. 




Cuando sople tu nariz,  el viento 
habrá nublado la tierra 
y el mar retrocederá hasta la vieja roca. 
Todo lo que existe,  lo que ves, 
no durará siempre, 
pero el dulce gesto de tus pestañas 
sobre mi cuerpo,  se hará eterno. 



Nená de la Torriente