domingo, 18 de noviembre de 2012



Los días sucumben a tus ojos de luz 
muchacho bello, 
no eres tú quien sucumbe a tu dolencia. 
Hay un infinito cielo que amanece 
por cruzar a nado tus ojos 
y ni siquiera te das cuenta. 





La noche envidia la espesura que alberga 
debajo de tus párpados y sus estrellas 
perpetuas. 
No sabe por qué en su firmamento son efímeras 
y en el tuyo jamás se extinguen. 
En las noches de luna llena, 
la redonda se acomoda en la ventana  
de ese hospital del este más allá del Este,  
sólo para verte soñar estando despierto. 



Nená de la Torriente